Justicia, palabra y acción que une al hombre cuál sea su condición.


Restaba decir que la perspicacia del hombre se convierte en nada


La espera mi mayor ironía y la justicia más que una utopía, uno, dos y tres cantaba mi mente a manera de secuencia mentalmente conjunto con mis dedos que golpeaban esa reja a medio pintar de ese maldito juzgado.


No quería pensar en el futuro me carcomía, pero era tan inevitable no hacerlo que escenas muy legibles de lo que había pasado con mi padre aparecían en mi cabeza como un trueno palpitante y sonoro, sé que todos tenemos necesidades y que todos pedimos a grito cortado lo que merecemos, todo gira en torno a la justicia, a la codicia, hambre, dolor y pobreza, pero la paciencia se acaba.


Ese gordo, con una calvicie definida y un bigote muy glamuroso, sonsacaba su barriga cada vez que gritaba “no quiero dictamen, ni mucho menos una respuesta poco equitativa, quiero que nos paguen lo que nos merecemos porque no solo trabajamos para el gobierno, trabajamos para nuestro propio pueblo”; mientras daba aquel discurso, golpeaba la misma reja en la que mi mano se sostenía y me miraba con furia y con piedad sin saber de mi vida.


El poder domina y maneja con variables a un pueblo, como si fuese un títere inerte, “Fiscalía” marcaba ese lugar ubicado en la treinta con diecinueve. En contexto en frente de ese juzgado se posaba un puente peatonal algo baldío e infinitamente largo y estresante, diagonal estaba “La plaza de Paloquemao”, ahogada de basura y gente popular o algo común dominada por la legitimidad de un imperio gubernamental. Ese era el paisaje que aguantaba todos mis sentidos durante toda esa semana con la ilusión de poder lograr una solución a ese problema que nunca debió aparecer.


Escuché el pito del carro, era las ocho de la noche, me asomé rápidamente y boté el cigarro que estaba fumando en el balcón, bajé como si levitaran mis pies, abrí la puerta de la casa y sin mirar el contexto que rodeaba a mi padre y a dicha situación, solo me fije en un primer plano que la cara de mi padre demasiado exhausta estaba siendo golpeada por dos jóvenes con ropa grande y tosca que querían el carro Aveo recién comprado por mi papá, no pensé, utilicé mi corazón, e inmediatamente corrí y con lagrimas en mis mejillas demasiado alborotadas, saqué de la parte trasera del carro todavía encendido una varilla , y como si fuera un súper héroe, con una mezcla de furia y dolor, golpeé en la cabeza a ese ñero con una pinta muy rapera y desaseada, sus ojos se entrecortaron y sus manos quedaron sin movimiento cayendo al piso. El otro joven personaje malvado al ver mi reacción quitó sus manos llenas de grasa y mal olientes del cuello de mi padre y miró a su compañero.


“Run, run, run”, motos llegaron, no observaba nada más que los dientes amarillos algo podridos de ese ladrón que mi ira y justicia había dejado en el piso con la boca abierta y, como si hubiese pasado un segundo, dos policías con sus chaquetas fluorescentes que resaltaban sus facciones en la oscuridad nos arrestaron a el que se salvó de mi golpiza y por supuesto a mí, sin mandar en mi conciencia, desperté de ese limbo violento y observé a mi padre con sangre burbujeante en sus dedos y cara, esforzándose por decirle a su cuerpo que quedara consiente, pero sin obedecer, desde su cabeza hasta sus pies se convirtieron en un objeto que se llevó el viento que cayó cerrando sus ojos.


El piso tuvo una grata y mala compañía, mi padre y ese abusivo, llegó la ambulancia y los enfermeros examinaron al bueno y al malo, a la víctima y al victimario, a mi padre a “ese hijueputa ladrón”. “Están vivos” dijo esa mujer muy hermosa, con gestos relucientes muy alegres y ojos verdes cautivantes.


Mi padre se fue para la clínica Marly y el atacante para la San Rafael, no pasó nada grave, aunque me lo esperaba, salieron al mismo tiempo tres días después, mientras tanto, yo muy pronto salí de ese encierro demasiado indigno, pero continuaba en mi mente las caras de esos hombres demasiado jóvenes, facilistas y sin corazón.
Los buenos sufriendo y los malos tal vez ni les interesa sentirlo, solo disfrutan de sus resultados sin sacrificios agradables.


Conté lo sucedido tal como pasaron las cosas y decidieron poner en tela de juicio dicha escena difícil de olvidar por medio de una citación en ese juzgado, más que baldío lleno de clemencias y pisones fuertes de sus trabajadores.


Solo quiero que se defina el futuro de esos dos personajes por agredir de manera exaspera a mi padre.


Somos un ser cuando todos clamamos la verdadera justicia, esto nos une aunque las necesidades sean distintas y en diferente contexto.


La lucha representa inconformidad y la fortaleza no resignación, la espera más que conformada por paciencia anhela desaparecer para ellos los trabajadores, que están todos los días decidiendo la vida de los buenos y de los malos, y para mí, para dejar a un lado o tal vez en el olvido aquel horror que me llevó al odio y la desesperación.



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