Carta a mi querido tiempo

No quería saludarlo, menos debo preguntarle cómo está, puesto que la verdad en mis circunstancias y en cada momento accionable de mi vida no necesito saberlo, solo quiero expresar lo influyente que es usted para mí vida y aún más lo pesado e injusto que es conmigo y con mi alrededor en esta ocasión.

Extraño, no extrañarlo, espero seguir soportándolo, anhelo tener la verdadera paciencia que nunca tuve, y que no ha sido grata característica de mí para poder expresar hipócritamente: ¿qué sería de mi vida sin usted mi querido tiempo?

Es usted un Dios, todo un amigo circunstancial, amante del destino, un consuelo para el conforme, una esperanza para el soñador y un fracaso cuando derrumba el esquema perfecto que se sueña, anhela y espera para poder ser feliz en el destino que tanto ama, y en el lugar que tanto desgasta.

Solo le presta bocado a la imaginación con el simple hecho de alimentarse de suspiros, de retroalimentar vidas, quita la juventud de la misma manera sutil que tanto envidio de usted.

Si yo fuera usted, me daría miedo la sinceridad de ella, me aferraría a la conciencia y me suicidaría con el mismo remordimiento que deja... mi querido amigo deseo poseerlo, amarrarlo a una esquina y revolver su “sabiduría”, fumarlo de la misma manera en que lo hago cuando fumo.

El alargarlo sinceramente era mi objetivo.

Saludo desde la tierra.

Cordialmente Mss. ella

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